Las ondas del mar tocan la playa y en ella depositan muestras de lo que existe en el océano y al retornar, llevan consigo muchos granos de arena. Los arrastran sin preguntar si quieren partir o no hacia lugares distantes, regiones profundas, o incluso, posar en otras playas.El gran océano abriga muchos misterios, oculta la perla que, en gloria al Único, se teje con infinito esmero y guardada en la concha del silencio, adorna el tesoro interior.

Este océano, en su grandeza, guarda los secretos de la vida y de la muerte; en su ritmo, la sabiduría de la Creación; en su movimiento, el reflejo de lo inmutable. Refleja la luz de las estrellas, del sol y de la luna, y trae al Universo en su propia sustancia-vida. Profundizando en el gran océano de la consciencia, se encuentran los tesoros que están siempre disponibles a quien de verdad, los busca.

Si el océano se muestra tranquilo, es para preparar el próximo movimiento de las olas; si se presenta agitado, es para ocultar la serenidad de lo profundo. No existe hombre que, profundizando en sus aguas, no se haya transformado y, en sabiduría, llevado a vislumbrar la eternidad, aunque inconscientemente.

Volviéndose hacia su propio interior y reconociendo las semillas de los patrones que deben expresarse, es necesario traerlas a la manifestación. Esto exige apertura y superación de los límites actuales. No se trata de abdicar a seguir las leyes de la vida material de hoy, sino de inserir en su contexto las infinitas posibilidades traídas por Leyes superiores, divinas.

El hombre es como un navío en medio del océano. Su consciencia es el timón, direccionándolo hacia las costas en las que irá a aportar. En ese gran océano existen corrientes calientes y frías, claras y turbias, pero todas ellas son, en esencia, compuestas de la misma sustancia. Así, el hombre que reconoció esa cualidad esencial del mar de la vida, trasciende las estructuras externas que revisten a varias filosofías. Él sabe que, independientemente de los mares o de las corrientes que puedan surgir, estará siempre sobre las aguas.

Para que el trabajo de un servidor pueda realizarse, se necesita fe. Solamente por medio de ella su consciencia se vuelve receptiva a lo que es superior. No son gestos, palabras ni actitudes las que permiten la estabilidad de la energía, sino la ausencia de dudas. La fe es como un mástil firme, que puede sustentar las velas de un barco y dejarlas recibir el viento que lo pondrá en marcha. Sin fe, no hay cómo proseguir.