La asistencia a niños venezolanos y colombianos es una de las vertientes del servicio misionero que la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional (FFHI) está desarrollando en la Misión Colombia Humanitaria.

Odontóloga supervisa una práctica de cepillado

La tarea se desenvuelve en Cúcuta, al norte de Colombia, en la frontera con Venezuela. Está a cargo de un grupo de 15 voluntarios, entre miembros de la Red-Luz Colombia, misioneros de la FFHI e integrantes de la Juventud Misionera por la Paz.

En esa ciudad fronteriza funciona una institución educativa, de carácter comunitario, atendida por la Congregación Scalabriniana. Allí, centenares de niños venezolanos que no encuentran lugar en el sistema educativo colombiano, por falta de cupo y por falta de documentación, reciben educación básica y cuidados. El local también es frecuentado por hijos de familias colombianas de escasos recursos, retornadas de Venezuela o desplazadas por los conflictos armados de las guerrillas.

El espacio alternativo cuenta con ludoteca y biblioteca, ofrece talleres y recibe a unos 4500 estudiantes, de los cuales, 800 son víctimas de los desplazamientos internos y 300 son venezolanos, de acuerdo a datos recogidos en el lugar. El área educativa es uno de los varios servicios que ofrece a los migrantes y familias de escasos recursos el Centro Piloto Scalabriniano del barrio Camilo Daza, de Cúcuta, impulsado por el padre Francesco Bortignon.

Acompañamiento de niños

La Misión Colombia Humanitaria coopera, de lunes a viernes, con apoyo escolar en matemáticas, lenguas, ciencias y otras disciplinas. También coordina actividades físicas, manuales, lúdicas y de educación en valores e higiene.

 La principal tarea es de acompañamiento y apoyo emocional. “El servicio consiste, principalmente, en estar con esos niños, conversar con ellos, entenderlos y tratar de inspirarlos a que busquen algo más, por mínimo que parezca. Los chicos perciben que uno está allí de corazón, para compartir, para ayudar, y van entrando en confianza con rapidez. Entonces, se va realizando un trabajo silencioso y misterioso, basado en el amor, ”, destaca Fray Zacarías, uno de los monjes de la Orden Gracia Misericordia que acompañan la misión.

El grupo objetivo es bastante grande y diverso, tanto en edades –hay pequeños de 3 años hasta adolescentes de 15 años– como en historias de vida.

El centro piloto cumple también el rol de guardería, para que los padres tengan posibilidades de salir a trabajar y proveer el sustento material.

Siempre listos

Clase de cocina para niños

“Intentamos estar siempre atentos a los menores detalles y prestos para ayudar de inmediato en lo que sea necesario”, comparte Alessandra Mello Parreira, una de las misioneras humanitarias. A modo de ejemplo comenta la experiencia que tuvo con uno de los menores a los que pudo ayudar para que reciba asistencia médica oportuna: él estaba particularmente quieto, me acerqué para hacerle algunas preguntas y tratar de descubrir el motivo; después de varios intentos pude enterarme que había vomitado temprano, entonces lo puse en contacto con un médico de la Cruz Roja que estaba dando apoyo en el lugar y avisé a la responsable, resultó que estaba con la garganta inflamada”.

La Misión Colombia Humanitaria es el segundo emprendimiento de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional que intenta aliviar el dolor de la población forzada a abandonar Venezuela, debido a las difíciles condiciones que vive ese país. Se inició el pasado 11 de octubre, con la intención de convertirse en otro espacio permanente de ayuda e irradiación de paz.

Usted también puede sumarse a esta campaña de amor. Su apoyo es fundamental. Participe.

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