Camino evolutivo y de ascensión espiritual

En etapas más adelantadas del camino evolutivo y de ascensión espiritual, el ser tiene contacto con la verdadera vida abnegada a través de la experiencia directa. Ese vivir abnegado no es un simple acto de caridad y sí, poco a poco, pasa a ser la propia expresión de la caridad, olvidándose, totalmente de sí, en beneficio del bien al prójimo. Es permitir que Dios , que todo ve y todo sabe, nos provea, y de esa manera ser regidos por Leyes Espirituales hasta entonces desconocidas para nosotros, donde el Universo parece moverse para atender las necesidades reales que se presentan, donde se torna un instrumento para suplir esas necesidades.

Y así, verdaderos milagros comienzan a suceder, en la medida en que salimos de nosotros mismos y vivimos a Cristo en el prójimo. Mientras se abren las puertas para que la Gracias actúe, mayor caudal de energía cósmica puede ingresar en la vida de los seres que reciben aquello que les pertenece, a lo que no tenían acceso por no abrir las puertas correctamente.

Para la consumación de ese estado, el ser lleva consigo la oración y las enseñanzas de las más simples y universales de la Palabra de Dios, y algunas de esas enseñanzas que comienzan a despertar a partir de sus palabras y de su ejemplo cumplen con una tendencia humana de transferir el objeto de su devoción hacia aquel que puede ver materializado delante de sus ojos. Y así, algunos comienzan a ver ese ser más adelantado espiritualmente como hombre santo, hombre de milagros y aún aquellos que quieren volverse dependientes de él, para que puedan utilizarlo como una muleta para no cumplir, como deben, su propio camino de ascensión.

Recorrer, sin cesar, la senda de la humildad

En ese punto, el ser evolucionado debe retomar la lección que aprendió cuando daba los primeros pasos y recorrer, sin cesar, la senda de la humildad. Sin ella no podría haber llegado hasta este punto, pero el orgullo humano no da tregua en ninguna parte del camino ascensional. Se enmascara, se oculta e inclusive se sutiliza, pero no desaparece, estando siempre listo para entrar en escena a la menor señal de descuido.

Aquel que ya alcanzó ese estado y no quiere más dejarse enredar en la trama del propio orgullo, cumple el ejercicio de transformar cada pensamiento, sentimiento o acción que hubiere hecho, en acción abnegada por el bien del prójimo, acción con la cual se «disminuye» delante del otro para que el Señor pueda prevalecer sobre él. Como una ceremonia para los días actuales, además de postrarse delante de Dios, el apóstol se postra, simbólicamente, delante de las criaturas, por medio de las acciones abnegadas, sabiendo, en su interior, que se está postrando delante de Dios.

Ejerce el bien

Esas acciones serían consideradas humillantes para la gran mayoría de las personas, pero para quien ascendió es su acto de penitencia que nunca hiere a ningún nivel y siempre ejerce el bien a otro hermano. Sin embargo el único núcleo que sufrirá, vez tras vez con esos actos de penitencia, será su ego que, por momentos, se sentirá tan grande que, solamente, por medio de esas simbólicas postraciones se redimensionará y cerrará todas las puertas para la involución, que siempre estará espiando para volverlo grande.

Ese ser debe cuidarse, con vigilancia absoluta, para no ser asaltado, en la callada noche, por sus propios aspectos egoicos, porque la Gracias que podría encontrar en el un canal para descender, así estará imposibilitada de actuar. 

Título del impulso: La humildad y el Amor de Dios
Artículo de referencia: Jornal O Tempo, 13/11/2016
Nombre del artículo en el Diario: La humildad como condición para la expresión del amor de Dios.
Audio de Irdín: Humildad, la reina sin reino, y otras reflexiones (Humildade, a rainha sem reino, e outras reflexões)
Audio completo: http://www.irdin.org.br/acervo/detalhes/12911
Tiempo del audio: 30´25 a 32´10