Por primera vez, la Jornada de la Juventud Misionera por la Paz se llevó a cabo en Buenos Aires, Argentina. Fue el fin de semana del 31 agosto al 2 de setiembre de 2018. Participaron voluntarios de la Capital Federal y de la provincia de Buenos Aires, así como colaboradores de la Red-Luz de Argentina.

Sentimientos de gratitud y de plenitud impregnaron los corazones a lo largo de los tres días, tanto en los misioneros como en las personas asistidas, de acuerdo a los testimonios recogidos.

La primera actividad se desarrolló en el comedor “Copa de Leche”, ubicado en un barrio humilde de la ciudad de Merlo, zona oeste del Gran Buenos Aires.

Allí, en horas de la mañana, el grupo realizó algunas reparaciones, podó árboles, excavó agujeros para la colocación de postes y montó un pasamano para mejorar el acceso de los niños al lugar. Igualmente pintó los bancos y las mesas del comedor, así como una pared externa.

Con los abuelitos

Por la tarde, los voluntarios visitaron el Hogar de Ancianos “San Jorge”, ubicado en la ciudad de Lanús, Gran Buenos Aires, donde compartieron unas horas con los nueve abuelitos que viven en el local. Llevaron algunos regalos, como pañuelos y camisones para las mujeres y bufandas para los hombres. También celebraron entre todos el cumpleaños de uno de los jóvenes misioneros, con dulces, facturas y tortas.

«Me quedo con la sonrisa y el agradecimiento que vi en los ojos de esas personas de la tercera edad, a quienes a veces dejamos de lado, por no querer entenderlas. Haberles dedicado ese tiempo, escucharles y darles un abrazo, fue algo único”, destacó Matías Matheou, uno de los jóvenes.

«Tuve la oportunidad de acercarme por primera vez a un centro de ancianos, me puso contento poder ayudar a las personas que estaban allí y que necesitaban justamente que las acompañemos”, comentó, por su parte, Maximiliano Muro.

Reino Animal

El sábado, los misioneros prestaron asistencia al Paraíso de los Animales, un refugio que alberga a 700 ejemplares de diferentes especies, en la localidad de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires. “Pasamos una jornada maravillosa, en contacto con la Naturaleza. El sol nos acompañó ese día, pudimos sentarnos para almorzar bajo la copa de tres árboles centenarios de alcanfor”, describió Viviana Walsh.

Los jóvenes pintaron una casa para los gatos y unos dormitorios, construyeron el piso para el refugio de los pavos reales y repararon varias lonas media sombra que se habían rasgado.

«Allí conviven, en perfecta armonía, caballos que tiraban de carros, perros atropellados, gatos famélicos, pavos reales judicializados y embargados a sus dueños, vacas, toros, conejos, cabras, ovejas y patos. También hay aves exóticas, gallinas, gallos, conejos, cerdos y carpinchos”, precisó María Constanza Bibiloni.

En busca de padrinos

El albergue fue habilitado hace 44 años y en estos momentos sus idealizadores, dos hermanas y el esposo de una de ellas, enfrentan serias dificultades económicas para seguir sustentando el emprendimiento de amor al Reino Animal, motivo por el cual, están en la búsqueda de personas que quieran asumir el padrinazgo de uno o más animales allí refugiados. También quedó sin concluir un hospital veterinario que comenzó a ser construido en el predio.

Cada uno de los animales tiene un nombre y recibe todos los días el cariño y el amor de sus cuidadores. El lugar, a pesar de las limitaciones financieras que soporta, no lucra con visitas y tampoco da los animales en adopción.

Amor inspirador

El domingo, por la mañana, los misioneros conformaron dos frentes de acción para colaborar en un par de hogares de las Misioneras de la Caridad, dentro de la provincia de Buenos Aires: uno está localizado en la ciudad de Beccar y el otro, en la localidad de Benavídez, distante 765 kilómetros de la primera.

El grupo que fue a Beccar ayudó en la casa “Don de María”, que alberga a mujeres con discapacidades, y en el comedor para pobres atendido por el mismo grupo de religiosas en la villa La Cava. Allí ayudaron a cocinar, limpiar y dar de comer a un centenar de personas, aproximadamente.

Entre tanto, en Benavídez, el otro grupo de misioneros visitó a los enfermos terminales de sida acogidos en el Hogar Betania.

Por la tarde, la experiencia misionera concluyó con una clase de Primeros Auxilios y RCP (Reanimación Cardiopulmonar), que fue dictado por una médica del área de emergencias en el Hospital Álvarez, del barrio de Flores, Capital Federal.

«El amor con el que las personas encargadas de los lugares visitados hacen su tarea es inspirador y nos llena de energía, es muy gratificante. Salgo con muchas ganas de seguir participando y aprendiendo”, dijo Anahí Fernández.

«Pude estar en el merendero, en el hogar de ancianos y en el refugio de animales. La experiencia me tocó el corazón”, sintetizó Santiago Artacho Bendoiro.

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