La semana pasada abrimos este nuevo ciclo de estudios sobre el tema de la Inmunidad, transcribiendo la primera parte de una historia real vivida por una Iniciada y gran colaboradora de Sri Aurobindo, conocida como La Madre. Ella se encontraba en el Japón, en el período de la Primera Guerra Mundial y allá tuvo que enfrentar directamente la epidemia más avasalladora registrada en la historia humana, conocida también como la Gripe Española. Contrajo la gripe, sobrevivió y relató su inusitada experiencia. A continuación sigue la transcripción de la Parte 2 (quien aún no leyó la Parte 1 puede encontrarla en este Portal)

“Yo vi y aprendí…”
(una historia real Parte 2)

[…] Pero vi y aprendí. Comprendí que esta enfermedad venía de seres que fueron expulsados de sus cuerpos. Lo vi durante la Primera Gran Guerra, cerca de su final, cuando los soldados acostumbraban a vivir en trincheras y morían durante los bombardeos. Ellos se encontraban en perfecto estado de salud, completamente saludables y en un segundo eran expulsados de sus cuerpos, sin ser conscientes de que habían muerto. No sabían que ya no tenían cuerpo, e intentaban encontrar en los otros la vida que no podían encontrar más en sí mismos; o sea, se transformaban en incontables vampiros y pasaban a vampirizar a otros seres humanos.

Además de todo esto, había una descomposición de las fuerzas vitales de las personas, que enfermaban y morían. Las personas vivían dentro de una especie de nube sofocante y espesa que se creaba por encima del ambiente. Y los que entraban en esa nube enfermaban y normalmente se curaban; pero los que eran atacados por ese tipo de seres, invariablemente morían, no podían resistir. Sé cuánto conocimiento y fuerza necesité para poder resistir. Era irresistible. Es decir, si eran atacados por un ser que era el centro de aquel torbellino de fuerzas negativas, ellos morían. Y ahí deberían existir muchos de ellos, un número realmente muy grande. Vi todo esto y comprendí.

Cuando venían a verme, pedía que me dejaran a solas. Permanecí serena en mi cama y pasé dos o tres días en total quietud, en concentración, con mi consciencia. En seguida, vino un amigo nuestro (un japonés, un gran amigo) y me dijo: “¡Ah! ¿Estabas enferma? Entonces lo que pensé, era verdad… Imagina que en los últimos dos o tres días no hubo ni un solo caso nuevo de la enfermedad en la ciudad, la mayoría de las personas enfermas se curó y el número de muertos se volvió prácticamente despreciable y ahora todo pasó por completo. La enfermedad está totalmente bajo control”. Entonces le conté lo que sucedió conmigo; él salió y le contó a todo el mundo. Llegaron hasta publicar artículos en los periódicos sobre esto.

Bien, la consciencia –y estoy segura de eso–, ¡es más efectiva que las píldoras médicas!… La condición era crítica. Imagine: habían villas enteras en donde todos morían. Había una villa en el Japón, no muy grande, con poco más de 100 habitantes; y sucedió, por un extraordinario golpe de suerte, que llegó una carta para uno de los moradores de allá (el cartero iba a la villa solo si había cartas para allá. Naturalmente, la villa quedaba lejos, en el área rural). El cartero se dirigió entonces hacia el área rural; había caído una nevada, la villa entera estaba bajo la nieve y no había ni una sola persona viva. Fue exactamente así. Y fue así ese tipo de epidemia. En Tokio también sucedió algo semejante, pero Tokio era una ciudad grande, y las cosas no sucedieron de la misma manera. Fue de esa forma que la epidemia terminó. Esta es mi historia.
Del libro. La Madre: Preguntas y Respuestas-1953; p. 179 y ss (no traducido al portugués).

Pasó casi un siglo desde el transcurso de esta historia, y vivimos hoy un escenario planetario que, visto desde cierta perspectiva, parece una reproducción fiel de aquel tiempo. Las guerras sin fin, las muertes violentas, la crueldad humana; la desmedida matanza animal, la agresividad y la competencia entre las naciones, los pueblos y las religiones; estas acciones negativas generan emanaciones nocivas que contaminan la atmósfera psíquica planetaria, tornándola irrespirable, creando, siguiendo las palabras de La Madre, una especie de nube sofocante y espesa, en la cual seres demoníacos se proliferan y vampirizan a otros seres humanos.

«Ellos no sabían que ya no tenían sus cuerpos e intentaban encontrar en los otros la vida que no podían encontrar más en sí mismos; o sea, se transformaban en incontables vampiros y pasaban a vampirizar a otros seres humanos.»

¡La Madre vio todo esto y comprendió! También nosotros necesitamos reconocer estas realidades, para poder comprenderlas; saber de su existencia, pero no envolverse con ellas; no negarlas, ni desafiarlas, tenerlas en la consciencia solo para saber relacionarse con ellas. Estamos inmersos directamente en su campo de manifestación, y ellas se hacen cada vez más presentes y actuantes, en la medida en que el curso del tiempo avanza y los planos de consciencia se van fundiendo entre sí.

Como dice el aforismo: “Hay más asuntos en el cielo y en la tierra, de lo que pueda suponer vuestra filosofía”.

Para finalizar este impulso, sugerimos la lectura de un enérgico mensaje de María, del 15 de julio de 2016, transmitido con ocasión del último atentado en la ciudad de Niza, en Francia, que nos muestra que esas realidades son astutamente manipuladas por lo que María llama de Mi adversario. Algunos párrafos ya nos aclaran lo que está pasando hoy crecientemente, a escala planetaria (mensaje completo en http://www.divinamadre.org/es/mensaje-de-maria/viernes-15-de-julio-de-2016).

[…] El pánico y el miedo abrazan a muchos corazones porque el tiempo del Apocalipsis ya comenzó. Cosas inimaginables ya se ven en las calles del mundo y el temor ahoga a la mayoría, que es indiferente y que no reza.

Los corazones parecen perder el sentido de su existencia y le temen
a la muerte que es generada por el terrorismo que fue creado.

Parece que la llama de la fe se apaga de a poco y las almas que no Me aceptan están desprotegidas y sin Mi amparo. La hora del caos ya llegó y muchos prefieren negarlo por no querer enfrentar su propia realidad.

Las miserias parecen multiplicarse más que las rosas, y el valle se torna un escenario de constantes ultrajes.
La humanidad siente el despertar, pero luego se desvía perdiendo el sentido de su verdadero camino de redención.
Todos ofenden a Dios en algún grado y, cuando la mayoría se separa de Dios, eso compromete la vida de todos.
Este tiempo difícil y cruel se precipita sobre los que están caídos espiritualmente
y las bombas y los atentados explotan frente a sus rostros.

Nadie acude a Dios y todos se pierden en las tinieblas. Mientras esta separación de los corazones sucede por no pensar ni un segundo en Dios, Yo lucho día y noche junto a Mis huestes contra los planes de Mi adversario. […]

El tema sobre la Inmunidad continuará.