El Día Internacional contra la Homofobia, el 17 de mayo, fue la fecha establecida por las Naciones Unidas (ONU) como un símbolo de la lucha por los derechos humanos y la diversidad sexual y de género después del desuso del término ‘homosexualidad’ y de haber sido retirada la homosexualidad de la lista de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1990.
Ser de la comunidad LGBTQI + (Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans, Queer e Intersexuales) requiere resiliencia para vivir en un mundo donde la discriminación conduce a crímenes que se ven con frecuencia en los titulares de los periódicos, en un mundo donde todavía hay 70 países que consideran las relaciones homosexuales como un crimen. Ser LGBTQI + y refugiado requiere una doble capacidad de adaptación, debido a la situación de vulnerabilidad impuesta por las condiciones que imposibilitan mantener la dignidad humana.
Lucha es una palabra constante en los testimonios de dos jóvenes refugiados venezolanos, miembros de la comunidad LGBTQI +, que actualmente viven en el refugio Tancredo Neves, administrado por la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional (FFHI), a través de la Misión Roraima, con financiamiento y apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
«Sin lucha, no hay sacrificio ni victoria», dice la joven transexual Estefanía, de 20 años, que también forma parte de otra minoría: es una persona con discapacidad.
Sin el apoyo de su familia y víctima de discriminación debido a su condición física, viajó a Brasil, como tantos otros venezolanos, en busca de una vida mejor. Aquí, encontró lo que estaba buscando.
«Aquí en Brasil tratan mejor», dice. Como si su trayectoria dolorosa no fuera suficiente, contrajo el nuevo coronavirus (COVID-19). Con acceso a medicamentos y lo que ella definió como «afecto fraternal», se recuperó de la enfermedad.
Elier, de 19 años, define su estadía en Brasil como marcada por el apoyo «legal, moral, espiritual, mental y físico» que no encontró en Venezuela, un país que dice ser muy hermoso en los paisajes, pero cuya situación económica forzó su salida y la de tantos otros.
En cuanto a la homofobia, es categórico: no es posible permitir que la discriminación los afecte, deben seguir adelante. Esto solo es posible por la comprensión de quién se es y por la autoaceptación. «Al principio, me sentí confundido, busqué “acomodarme”. Es una cuestión de decidir y decir ‘sí, soy así y también soy una persona igual a todas'», relata.
Fátima Cavalcante, una misionera, define la experiencia de trabajar con LGBTQI + como una gran enseñanza. «Son personas extremadamente creativas e inventivas. Tienen una imaginación que les permite crear y actuar con naturalidad. Me sorprendí mucho al trabajar con estas personas. Necesitamos acercarnos a ellos y aprender de ellos, ya que tienen mucho que enseñarnos».
Eduard, LGBTQI +, es un diseñador de vestuario que pasó por el refugio y organizó un desfile de moda con vestidos creados por él mismo, en 2019.
«Es lo que mejor hago: trazar líneas, diseñar vestidos y ropas. Me gusta mucho porque enfatiza la feminidad», expresó en una entrevista con la misionera de esa época. Pasó por momentos de dudar de su talento, pero en el refugio su creatividad volvió a florecer. «Fue como un viento que encendió las brasas», dice. También fue donde puede dar vida a su arte en piezas confeccionadas y utilizadas por otros miembros de la comunidad LGBTQI + en el desfile.
La espontaneidad y los talentos artísticos de los LGBTQI + en el refugio impresionaron a Fátima, que califica (en vez de clasifica)a los jóvenes como dotados de gran fuerza y conscientes de sus roles, con aspiraciones de liderazgo. “Están en la vanguardia de un grupo que necesita enfrentar la discriminación y el prejuicio; esto ilumina la consciencia de confrontar este mundo que necesita ser reinventado”, destaca Fátima.
Jóvenes y sujetos a discriminación no solo porque son LGBTQI +, sino también porque ser migrantes, es como si el mundo exigiera más preparación y maduración rápida de estas personas.
Para Estefanía, la gran lección de ser una joven trans y refugiada venezolana es la importancia de superar los obstáculos. Si pudiera dejar un mensaje para otros en la misma situación, Estefanía diría: “estudien, prepárense, para que se realicen en la vida. Si son LGBTQI +, luchen para ser personas independientes, responsables y profesionales”.
La presencia de la población LGBTQI + entre los grupos asistidos por la Fraternidade – Humanitaria (FFHI) «sirve como un estímulo para descubrir cómo garantizar que esto no represente una dificultad en la respuesta humanitaria, ni en la convivencia social, en este proceso de reconstrucción de la vida», afirma el gestor general de la Fraternidade – Humanitaria (FFHI), fray Luciano.