La vivencia de la humildad

Con la vivencia de la humildad, los llamados milagros comienzan a suceder en la vida de los seres ya maduros que ascenderán en el camino, porque otras Leyes espirituales, más adelantadas, encuentran terreno propicio para expresarse en el ser. Es fundamental estar siempre como niños pequeños delante del Señor, pues cuanto más insignificantes seamos a los ojos de los hombres, seremos más grandes a los ojos de Dios.

Se exigirá mucho de aquellos que recibieron mucho; por esto, las dádivas son para aquellos que recién despertaron, en tanto que aquel que ayuda a abrir la puerta para el descenso de la Gracia, frecuentemente, nada recibe. Porque el despertar y el caminar de un hermano son la verdadera dádiva y alegría en la vida de un ser abnegado, que se olvida de sí en pro de la caridad y en beneficio del  bien al prójimo.

Cuando el Señor le provee de un instrumento, ya sea de corto o largo alcance, deberá utilizarlo siempre sabiendo que no le pertenece, y que la Mano del Señor debe guiar cada movimiento para que no se confunda. Pues todo don, talento y capacidad le pertenece a Él, y a Él deben retornar.

La práctica del servicio abnegado, y la vivencia del estado de Gracia y de los dones del Espíritu transforman al ser en un «Apóstol del Nuevo Tiempo», reconocido por todas partes, porque habla la lengua de quien lo busca. Ese ser está, así, preparado para vivir etapas más elevadas del camino espiritual.

 

El apóstol debe abrazar la propia cruz

El apóstol debe abrazar la propia cruz, considerando que caerán sobre él pruebas duras que acelerarán su proceso de equilibrio kármico y también de aceptación del sacrificio. Porque vivir ese proceso, que podemos denominar como «cristificación», no es recoger las promesas y dádivas que entregó al Señor, sino vivir como Él los últimos momentos de Su Pasión, trasladando Sus actos a los tiempos actuales.

Sepamos que el propio Señor acompaña de cerca los pasos de sus apóstoles y esto significa que Él no solo dará consuelo en los momentos de prueba, sino que nos dará, asimismo, pruebas en los momentos de paz. Todo eso hará para que, ese apóstol que ya pasó por tantos obstáculos, pueda, ahora, pasar por la prueba final de su fe y de su amor por Dios, para que el Propósito Divino se cumpla.

Todas sus miserias se tornarán visibles

Así, todas sus miserias acumuladas a través de cada una de sus encarnaciones sobre la Tierra, se tornarán visibles, inclusive todo aquello que parecía estar ya resuelto. El ser evolucionado, el apóstol, ya estará suficientemente fuerte para no desesperar y lo suficientemente constante para no perder tiempo consigo mismo, continuando con su vida abnegada, mientras se produce la purificación de su ser.

Este es el momento de la Cruz y debe cargarla hasta el momento de ser crucificado. No debe soñar liberarse de su peso, antes debe amarla, porque en ella, será clavado como lo fue su Señor. Y allí se inicia el trayecto del verdadero sacrificio de este apóstol. Porque solo él sabrá que carga la propia cruz en su totalidad, solo él sabrá que los dolores de los crímenes que cometió contra los principios crísticos, durante muchas encarnaciones, ahora lo laceran por dentro. Y nada de eso sentirá que debe compartir con nadie, pues ningún ser encarnado lo comprenderá completamente.

Solo una certeza lo llevará adelante:
la que el Señor lo espera

Solo una certeza lo llevará adelante: la que el Señor lo espera y que no será eterno su martirio – así como no lo fue para el Señor – que vivió sufrimientos tan grandes, que los suyos parecen hasta insignificantes.

 

Artículo de referencia: Jornal O Tempo, 20/nov/2016
Nombre del artículo en el Diario: El servicio abnegado, las pruebas y las dádivas del camino espiritual (O serviço abnegado, as provas e as dádivas do caminho espiritual)
Audio de Irdin: El reconocimiento de sí mismo (O reconhecimento de si mesmo)
Audio Completo: http://www.irdin.org.br/acervo/detalhes/13366
Tiempo del audio: de 36’55” a 39’36”