En un bosque acogedor, la tarde comenzaba a caer y los pájaros salían en busca de alimento. Tres permanecieron en lo alto de un lapacho, en un caluroso diálogo.

El primero, un hornero, decía a sus compañeros:

«He pasado la  vida construyendo. Conozco bien la técnica de construcción; se elegir el mejor barro, hago casas fuertes resistentes a la intemperie y perduran varias estaciones. No tengo nada de qué quejarme, pues he podido cumplir mis deberes y colaborar con los compañeros. El alimento aquí es abundante y generosas son las bendiciones que la vida me ha legado. Sin embargo, una pregunta me acompaña hace algún tiempo, robándome las noches de sueño. ¿Habría otras tareas esperándome, tareas que no sé exactamente cuáles son? ¿Cómo hacer para cumplirlas si las desconozco?»

En ese instante, interrumpió la urraca, después de haberlo oído con atención:

«Pues a mí no se me ocurre esa pregunta. Fui dotada de inteligencia y de coraje suficientes para vivir libremente lo que la vida me trae. Pienso que el compañero está volviéndose viejo, no veo otra explicación para perder tiempo con esas preocupaciones». Y habiendo dicho esto saltó a una rama más alta, donde podía percibir los rayos del Sol, que ya comenzaba a esconderse tras las montañas y continuó: «Aunque, pensándolo bien, reconozco que la curiosidad me produce cierta inquietud… Estoy siempre buscando saber la razón de las cosas, y cuando pienso haber conseguido una respuesta satisfactoria, en seguida viene nuevas preguntas…».


Entonces el tercer pájaro, un colibrí dijo:

«En el bosque y en los campos alrededor, hay flores abundantes. Soy atraído por ellas no bien se abren; es como si las conociera profundamente. Sin embargo, tampoco sé cuál es mi tarea, ni la razón de mi vida. Además no tengo a quién hacer esas preguntas…».


La potente voz del Sol

La noche se aproximaba, pero la potente voz del Sol, a pesar de haberse ocultado, se hizo oír: «Hermanos amados, sé que no me están viendo, pero estoy presente y conozco a cada uno de ustedes. Me fue otorgado regir su existencia y la de los planetas que me circundan. Oí sus cuestiones, ya sabía acerca de ellas, pues no hay lugar donde mi esencia no esté.

Por eso les digo: aprendan con humildad las lecciones del día a día. No quieran comprender lo incomprensible, ni estructurar lo que debe permanecer libre de las amarras formales. Dejen que la  sabiduría de la vida ponga cada cosa en su lugar. Si se entregan sinceramente a esa sabiduría, en la simplicidad se le revelarán los misterios de la existencia. Pero si se dispersan en cuestionamientos, sus esfuerzos serán vanos. Cada ser tiene un lugar precioso en la Creación y una nota interior que solamente él, en el tono, puede hacer sonar.

Pregunten al viento quien lo hace soplar; a las nubes quien las hace llover, a los volcanes, quien los hace entrar en erupción. Sabrán  que todos son movidos por una única Presencia, la misma que anima los Universos. ¿Quieren conocerla? Con la mente no lo lograrán ¿Quieren oírla? Pacifiquen el corazón, pues es el amor la vía que conduce su voz inaudible. Tienen todo  lo que necesitan, siempre lo tuvieron y siempre lo tendrán. Pero es necesario que se olviden de ustedes mismos, así, y solamente así, traspasarán el velo de la ilusión que los separa de la Verdad. Ella está ahora  y a cada instante delante de ustedes, alrededor de ustedes y en su interior. Ábranse en entrega sincera y déjense transformar.»

Artículo de referencia: Jornal O Tempo, 26/feb/2017
Nombre del artículo: La potente voz del Sol se hace oií al atardecer
Audio de Irdin: Conversas com Trigueirinho nº 336 – de 12’45 al 16’0
Audio completo: http://www.irdin.org.br/acervo/detalhes/5710