El inicio de una nueva Creación

Silencio absoluto.
Ningún movimiento en el Espacio Cósmico.
La Nada colma el Gran Vacío.

Una centella se enciende. Es el despertar.

De esa centella que permanece encendida,
emerge un vórtice de luz que en movimiento giratorio
va penetrando el Espacio Cósmico.

Es el inicio de una nueva Creación

(Del libro: La Creación, 103 – Trigueirinho)

 

La única llave es el Amor

«El Creador se multiplicó en los universos, en las galaxias, en las constelaciones, en las estrellas; en los planetas, en los seres, en los Reinos de la Naturaleza; creó la escala evolutiva, que es nada más el camino de retorno al Origen.

El Creador abrió las dimensiones, desde la materia hasta los Superuniversos, y cerró – de arriba hacia abajo – las puertas que conducían a Él.

La única llave que abre esas puertas es el Amor.»
(Mesage de San José – 16.08.04)

 En el vasto Cosmos

No somos seres creados originalmente en esta Tierra. Y nuestro origen tampoco es fruto de un encuentro programado o casual entre dos criaturas que se unen para reproducirse. Y mucho menor somos frutos casuales de una selección natural, que nos manifestó como resultados de tentativas coyunturales de aparente éxito. Mucho más allá de elucubraciones puramente racionales, somos criaturas nacidas de un Proyecto de Dios, dentro de su Creación Universal.

En el Cosmos, el Creador reprodujo en todo los mismos principios de la creación y, de diferentes formas, representaba Su Consciencia Divina en todo lo que creaba. Creó los universos con los principios de Su perfección; creó las galaxias, los planetas y los seres conscientes, que eran el resultado vivo de la expresión de las esencias provenientes de Su Corazón. Y en el vasto Cosmos, creado en siete dimensiones que cohabitan y, en armonía, se auxilian mutuamente para alcanzar un mismo propósito evolutivo – volver a ser uno con Dios -, el Creador creó a los seres humanos.

La instrucción cósmica es sagrada

La instrucción cósmica es sagrada respecto a nuestra creación y sigue hablando nuestro gran Instructor, San José:

«En el principio de la Creación de Dios, Él manifestó los universos en el Cosmos Infinito, que era la representación viva de Su Consciencia Divina.

Dentro del Cosmos, Dios reprodujo en todo los mismos principios de la creación y, de diferentes formas, representaba Su Consciencia Divina en todo lo que creaba. Creó los universos con los principios de Su perfección; creó las galaxias, los planetas, los seres conscientes, que eran el resultado vivo de la expresión de las esencias provenientes de Su Corazón.

En el vasto Cosmos, creado por Dios en siete dimensiones que cohabitan y, en armonía, se auxilian mutuamente para alcanzar un mismo propósito evolutivo – volver a ser uno con Dios -, el Creador creó a los seres humanos.

Separó de las demás criaturas, en cuerpos materiales, espíritus antiguos, a los cuales les confió el mayor proceso de transformación y de redención de Su Creación.

En un tiempo paralelo, diferente del tiempo y del espacio del resto de la Creación, Dios colocó lo más valioso que habría, si alcanzara el resultado deseado y si el potencial de Su Proyecto se desarrollara en aquellas consciencias.

En ese mundo el Creador reunió espíritus provenientes de todo el Cosmos; consciencias con diferentes tipos de aprendizajes y con registros ocultos, tanto positivos como negativos. De todas ellas retiró su memoria cósmica, para que no supieran quienes eran y, así, pudieran unir sus conocimientos y equilibrarse unas a otras, para alcanzar el propósito esperado.

Un principio divino

El Señor envió al mundo, más allá de todos los espíritus que más necesitaban de redención, Consciencias Divinas, uniendo así dos opuestos y representando en este pequeño planeta la gran dualidad que existe en este universo. Entregó, de esa forma, al mundo dos posibilidades: la de vivir un gran mal y la de vivir el bien.

En esa arriesgada experiencia divina, el Creador confió a la esencia de aquellas criaturas un principio divino, la unidad, que, activado en la esencia del amor, permitiría a las consciencias vencer la dualidad del universo y encontrar una forma de elevar toda Su Creación universal para un nuevo nivel de aprendizaje, un aprendizaje que se basa en la unidad con Dios, por medio del amor.

Cuando les pedimos oración, es para vencer a las fuerzas que dentro y fuera de los seres causan el mal; fuerzas que solo son vencidas con un gran bien, que es el amor.

Cuando les pedimos que se olviden de sí, que sirvan al prójimo y que reconozcan la realidad planetaria, es para que, descubriendo la gran pequeñez de sus consciencias tridimensionales, alcancen a percibir que todo lo que ustedes viven es una ilusión y, que, saliendo de lo que piensan que son, descubran lo que verdaderamente son.

La nueva humanidad

Cuando hablo de una nueva humanidad, hablo de los espíritus antiguos del universo que, redimidos por el descubrimiento del amor y de la vivencia de la unidad, comienzan a vivir según los principios dejados por el Hijo de Dios, que fue para todos el ejemplo y el camino a seguir. La nueva humanidad es esa conversión de los espíritus del universo.

La nueva humanidad es el símbolo del potencial del Amor de Dios en sus criaturas; es la demostración, para todo lo  creado, de cómo es posible vencer un gran mal y dar un salto de la completa ignorancia hacia la unión consciente con el Creador.

Hoy les digo cosas que tal vez la mente no comprenda, pero con el corazón sabrá que son verdades que, en algún momento, la humanidad reconocerá.

Ya está terminando el tiempo de la experiencia de la humanidad y ahora deben empezar a recordar los principios de la vida superior y, con todo lo que ya vivieron en este mundo, empezar a descubrir quiénes son y lo que deben sanar en este tiempo.

Cristo dejó dentro de cada uno la posibilidad de vivir el amor y la unidad con el prójimo. Ahora solo necesitan despertar y ver que sus prioridades ya no deben ser las cosas que los mantienen muy seguros en este mundo, sino que deben preparar lo que ocurrirá más allá de esta Tierra, con lo que aprendieron aquí.

Les pido que Me escuchen en paz y que coloquen en el corazón lo que les digo, porque, de la comprensión correcta de las instrucciones de los Mensajeros Divinos, dependerán los pasos que darán en el futuro.

Los amo y los bendigo. San José Castísimo.»

¡Esta Jornada por el cielo estrellado deberá proseguir!