Tras una semana de intensas vivencias, finalizaron las tareas de campo de la Misión Zona da Mata promovida por la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional para ayudar a las víctimas de las graves inundaciones que afectaron a una decena de ciudades en el sudeste del estado de Minas Gerais, Brasil. La asistencia del grupo se concentró en un pequeño poblado de unos 1200 habitantes: el distrito Vista Alegre de la ciudad de Rio Casca.

Un equipo de cura integrado por un naturoterapeuta, una médica, una odontóloga y una psicóloga, con el apoyo de paramédicos del lugar, atendió durante una semana en un puesto sanitario. Los resultados alcanzados y, sobre todo, el trato amoroso que fue prodigado en todo momento atrajo no solo a los damnificados de Vista Alegre sino también de comunidades vecinas.

El trabajo desarrollado impulsó igualmente a las autoridades públicas a invitar al grupo para participar de una reunión de planificación de acciones posdesastre y para dictar una charla, que estuvo dirigida a los funcionarios de salud pública, así como a solicitar futuras cooperaciones en materia de capacitación.

“Más allá de lo que humanamente pudimos realizar, sentimos que con la ayuda de lo Alto alcanzamos algo más importante: transmitir a las personas la fuerte impresión de que el Amor existe y de que es posible vivirlo”, destacó Vitorio, coordinador de la misión.

Presencia divina

“Fue Dios quien les trajo a ustedes hasta aquí”, sostuvo Helena, una de las víctimas atendidas por los misioneros. “Ya gasté mucho dinero en medicamentos pero solo después del tratamiento que recibí con ustedes terminaron los dolores que sentía en el cuello, en los brazos, en las rodillas. Yo quedé muy perturbada después que la creciente hubo tomado toda mi casa y tuve que mudarme dos veces para quedar a salvo de las aguas”, relató la mujer.

Aura, antigua pobladora de Vista Alegre, contó que fue la quinta creciente que le tocó pasar pero que “las anteriores no fueron tan peligrosas como la de ahora y nunca antes había recibido un trato como el de ahora”.

“Tuvimos demostraciones de afecto muy intensas y muchos testimonios de que aquello que habían recibido era algo desconocido para ellos, algo que en realidad iba mucho más allá de lo que nosotros podíamos dar”, corroboró Denise Gomes, una de las diez integrantes del grupo misionero.

“El personal de salud quedó fuertemente impresionado porque no conocía esta forma de atención, con entrega total al prójimo, acogiendo hasta al último de la fila, independiente de las condiciones y de la apariencia con las que llegaban”, complementó Vitorio.

El naturoterapeuta dijo que esta vez las aguas barrieron con todo para “destruir lo viejo y cortar los hilos que aprisionaban a estas personas a una forma de vida que no es digna de almas. Ellas viven en un ambiente de mucha miseria, un verdadero infierno”.

Acción simbólica

Además de atender las secuelas físicas, emocionales y psicológicas de los afectados por las caudalosas inundaciones, el grupo de la Fraternidade asumió otra acción simbólica: la reconstrucción de una vivienda que representó a todas las casas arrasadas por el fenómeno climático. “Pasando por la atención médica, doña Izabel, una viuda de 78 años, relató la dura experiencia que le tocó padecer. A medida que iba contando los detalles se deshacía en llanto. La casa que había perdido representaba todo para esa humilde mujer”, dijo Wanderley Freitas, otro de los misioneros humanitarios.

“Percibimos en el corazón que era la persona a quien debíamos ayudar, que estaba allí enviada por María. Quedé vivamente impresionado cuando al llegar a la modesta casita descubrimos que lo único que había quedado intacto fue una imagen de Nuestra Señora Aparecida y que doña Izabel coordinaba un activo grupo de oración en su barrio. Ella nos enseñó mucho sobre la humildad y la gratitud”, rememoró el voluntario.

La refacción de la morada de doña Izabel ocupó cinco días e incluyó la limpieza de las partes externa e interna, armonización de algunos muebles y utensilios que no fueron arrastrados, renovación de la entrada y del techo de la casa, así como pintura de las paredes.

Finalmente Vitorio destacó que la reconstrucción del poblado tendrá que hacerse sobre bases nuevas y que el grupo de la Fraternidade buscó irradiar, a modo de colaboración, códigos de una nueva vida, más amorosa, más fraterna, más compasiva, donde las cosas puedan ser hechas de una manera organizada, ordenada y alineada con el Espíritu.