Varios miembros de la Comunidad-Luz Fraternidad de Aurora recuerdan hasta el día de hoy, un hecho que marcó el corazón por su mensaje de fortaleza y amor a la vida. A principios del año 2014, una colaboradora que se dirigía al Centro Mariano, vio que cerca del puente de la Misericordia, había una vaca preñada enterrada en el barro cerca del río, que luchaba por salir con todas sus fuerzas.
Enseguida, la Comunidad-Luz y varios vecinos se movilizaron para intentar sacarla de allí pero se enteraron de algo que iba a dificultar aún más la escena: en el intento de su dueño de sacarla con cuerdas, fue lastimada porque ella no lograba ponerse en pie. Además de eso, el feto no daba señales de vida. “Pensamos que seguramente el ternero había muerto por asfixia. No teníamos muchas posibilidades de sacar a la vaca por su peso y en esa condición. Parecía casi imposible” recuerda Gisel, integrante de la Comunidad-Luz y testigo de la escena.
A pesar del triste panorama y que el veterinario sugería sacrificarla ya que no encontraban una solución, presenciaron algo que les dio esperanza. Luego de conseguir desplazarla unos metros fuera del río, la vaca, pese a su dolor, luchaba por sobrevivir y dar a luz y así, se vislumbraron los primeros signos de vida cuando asomaron la lengua y el hocico del ternero que quería nacer. Rápidamente fue auxiliada en la dilatación hasta que el cuerpo salió completamente: era una hembra sana y llena de vida. Gisel comenta: “A mí me tocó llevar a la ternera a la boca de su madre que no podía lamerla por el dolor. Vi el esfuerzo de una madre que, delante del sufrimiento, conseguía estar feliz de haber dado a luz. En ese momento, el Reino Animal nos enseñó sobre la trascendencia, el amor y la misericordia. Fue un milagro.” La vaca fue llamada Misericordia por el hecho de haber ocurrido en el puente de la Misericordia, y la ternera Milagros por lo milagroso de su nacimiento.
La situación había mejorado pero el veterinario, al examinar a la vaca no dio un buen pronóstico. Al estar más de 4hs inmóvil, el animal bovino sufre una dolencia llamada “síntoma de la vaca echada” en el cual los nervios y músculos de las patas se dañan por falta de circulación ocasionando la incapacidad de caminar. Ésto y el daño ocasionado al sacarla del barro, dificultaría la recuperación y que pudiera cuidar de su cría.
La logística grupal para ponerlas a salvo no se hizo esperar. Cuando el dueño dio su consentimiento de que la Comunidad-Luz asumiera el cuidado de los animales rescatados, fue pedida a la intendencia una máquina retroexcavadora para trasladar la vaca lastimada a un lugar seguro, mientras que en el área Redención 1 despejaban el taller, formando un pesebre con pasto recién cortado. Una vez instaladas madre e hija, se procedió a implementar un plan para los debidos cuidados ya que Misericordia no se podía poner de pie y la ternera no tenía cómo alimentarse.
La Comunidad-Luz ideó un plan de acción en el cual todos los integrantes se rotaban para cubrir los horarios de alimentación, cuidados, limpieza del lugar y de los animales. Gisel recuerda: “Esta etapa fue muy bonita porque hicimos vigilias de cuidado. Necesitábamos ordeñarla para evitar una mastitis y la teníamos que hacer sentir amada ya que había pasado por un gran trauma.” Hermana Aurora, que participó de la experiencia de los cuidados, cuenta: “Nosotros ordeñábamos a Misericordia y le dábamos leche en una mamadera a Milagros con un dedo de guante de goma para imitar la urbe de la madre. Mientras tanto, curábamos las heridas de Misericordia ya que al estar postrada, le salían llagas por estar mucho tiempo en una posición.”
Misericordia, poco a poco, confiaba más en las personas que la cuidaban ya que alimentaban a su hija delante de ella y se hacía todo lo posible para tratar sus heridas. Los cuidados estaban controlados y la ternera crecía sana al lado de la madre, pero con el tiempo demandaba cada vez más leche y más atención. “Se convocaron a los vecinos que tienen un pequeño tambo, quienes nos proporcionaron más leche. Empezamos dando una mamadera pequeña pero poco tiempo después llegamos a darle casi 3 litros de leche. Era una demanda grande.” relata Sariuk, que residía en la Comunidad-Luz y participó de toda la hazaña.
Con el aporte de todos se consiguió alimentar a Milagros debidamente, pero mientras ella crecía fuerte, la madre se debilitaba. La Comunidad-Luz, en el intento de ayudarla, consiguió fabricar un arnés para poder levantarla y girarla varias veces al día, también se la alimentaba con avena fresca de una plantación cercana y se le proporcionaba todo el cariño y amor necesario para ayudarla en el proceso. Sariuk comenta: “A pesar de las pocas esperanzas, no se escatimó ningún esfuerzo. Se hizo todo lo que estuvo a nuestro alcance. Sentí un gran aporte comunitario ya que todos ayudaban en el proceso. Fue una experiencia muy importante para todos nosotros, una experiencia de rescate y de amor”. Finalmente, Misericordia partió, en paz viendo a Milagros crecer feliz en la Comunidad-Luz.