Desde el 2014, los Misioneros de la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional promueven en la ciudad de Carmo da Cachoeira, Minas Gerais, Brasil, la distribución de ropas. Pero a partir de julio de este año, el trabajo comenzó a ser efectuado en una feria gratuita de productos usados donados. Con el servicio, muchas personas pueden tener acceso a productos y asistencias varias, sin costo.

La actividad comienza cuando el grupo de Misioneros recibe donaciones llegadas de todo el Brasil y de otros países, como Uruguay, Argentina, Colombia, Perú, Portugal y España. La mayor cantidad de donaciones llega por medio de la Red-Luz, de los Núcleos-Luz, y de los colaboradores que llegan a la Comunidad-Luz Figueira, además de las donaciones de la propia comunidad carente de la ciudad, pues es realizado un trabajo para que sea donado aquello que no sirve más. Incluye desde ropas usadas hasta cocinas o canaletas, todo es aceptado y utilizado para ser donado a personas carentes.

El estado de los productos no importa mucho, pues cuando está en muy mal estado, el propio equipo se encarga de introducirles alguna reforma para mejorarlos. El esfuerzo se justifica, ellos saben que incluso aquella cocina bien antigua y con apariencia ya no muy buena puede servir y alegrar a una familia que está precisando. «El otro día vino una persona a donar una cocina en un estado bien lamentable, pero la persona estaba muy contenta de poder ayudar con aquella donación», cuenta el Misionero Elamed.

El local utilizado para almacenar y exponer los productos donados es un galpón cedido por la Alcaldía de la ciudad. Bien en la entrada, ya es posible ver, distribuidos de manera organizada, centenas de productos. Todo es guardado por tipo y utilidad. En una fila de cerca de ocho metros se encuentran diversos materiales de construcción, como interruptores eléctricos, cables, infinidad de tornillos y muchas otras cosas que hacen parte de una casa o departamento. Más adelante, es posible advertir que la cantidad de vasos plásticos, platos y otros utensilios domésticos aumenta: es el sector de sala y cocina.

Ana Paula, habitante de Carmo da Cachoeira, pasea atentamente por los pasillos. Enseguida ya se la ve con varias cosas en la mano. Está llevando 5 vasos y ya tiene en la bolsa, ropas y calzados para toda la familia quehoy cuenta con cinco miembros. «Es muy bueno, ayuda a las personas. El otro día encontré una sandwichera eléctrica», comenta sonriente.

En la fila de productos de al lado, una voz con acento español explica pacientemente a una consumidora de la feria: “Hermana, é preciso saber se você realmente está necessitando deste produto” («Hermana, es preciso saber si realmente estás necesitando este producto»). La voz es de Elamed, Misionero que atiende en el sector de muebles y siempre busca orientar a las personas, también a las de escasos recursos, sobre el consumo consciente de los productos y sobre el manejo de la basura y de los desperdicios.

El ambiente durante la feria es descontraido y es muy difícil que alguien salga con las manos vacías. Suelen Rosa ya visitó varias veces la feria, hoy está llevando una bolsa térmica: «voy a usarla para vender helados que hago en casa», explica. Suelen vive con 9 personas, de las cuales, tres son hijos y hermanos.

La variedad de cosas expuestas es sorprendente: «si una persona está necesitando algo para su casa lo encuentra aquí. Ya llevaron canaletas, ventanas y puertas», dice Elamed. María Lucía ya estuvo varias veces en el bazar de los Misioneros, hoy encontró una cisterna de baño que podrá reemplazar a la que tiene en casa, ya quebrada. «Estoy usando agua en balde y de esa forma gasto más», observa. María también está llevando, prestados, un traje para el hijo que se va a casar y un vestido de novia para la futura nuera.

El sector de ropas parece ser el más demandado. Y hay para todos los gustos y tamaños, para hombres, mujeres y niños. Al lado de las ropas, en un gran armario de hierro, es posible hallar muchos libros clasificados por categorías, como Matemáticas, Historia, Geografía y lenguas extranjeras. Con ojos vivaces y rápidos recorriendo los estantes, está Maria Giovana, de 9 años, que cursa el quinto año en un colegio de la ciudad. «Ella no quiere saber más nada de muñecas, ahora prefiere los libros…», comenta la mamá, Marlene Aparecida, en la sección de ropas de al lado. De manera curiosa y sonriente, Giovana hojea un album de figuritas. La mamá forma parte de la Pastoral de Niños y cuenta acerca de la vocación de ayudar de la hija: «a ella le gusta visitar a los niños que están enfermos y a los ancianos. Ella toma el libro de oración prestado de un sobrino de ella», complementa la madre.

Pese a que la gran variedad de cosas pueda dar por algun momento una impresión de desorden, esta palabra pasa lejos de la realidad de la feria, que es organizada desde su inicio, al momento en que la persona llega. Para entrar a laferia es necesario esperar que un cierto número de personas salga para luego poder entrar y escoger los artículos con calma. Pero antes de ir en busca de las cosas, todos pasan primero por un registro y acompañamiento. Es en este momento que los Misioneros reciben muchos pedidos de atenciones. Cada caso es evaluado y posteriormente encaminado a las áreas responsables, todas ellas pertenecientes a la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional. Los casos son variados. Tan solo en un día de feria  fueron marcados cinco consultas con el oftalmólogo, seis consultas en la unidad de cura de la Casa Luz de la Colina y cuatro castraciones de perros en la Casa Esperanza. Y hasta ellos tienen lugar en la feria de los Misioneros. Durante la mañana un cachorro solitario y perdido apareció en la puerta de la feria. Enseguida encontró acogida en un morador de la ciudad y la Casa San José, de los Misionarios, se comprometió a atender y acompañar la evolución del perrito, proveyendole de las vacunas y medicamentos necesarios.

Pero el servicio a los concurrentes no termina allí, pues cada caso es acompañado hasta la finalización de la necesidad o problema que pueda surgir. Fue lo que percibieron los Misioneros en diversas ocasiones, cuando las personas no iban a las consultas marcadas. La solución que encontraron fue ir a buscarlas directamente de sus casas y posteriormente llevarlas de vuelta.

«El pedido de San José fue que cuidásemos de las almas. Nosotros preparamos el ambiente para que cuando las personas lleguen puedan recibir un código de armonía. Nos preocupamos de que el trabajo no quede solo en el asistencialismo, en las cosas materiales», explica Clara, Misionaria que está desde el comienzo del trabajo de la feria. «Percibimos que cuando atendemos las necesidades materiales con el corazón, algo acontece en la vida de esas personas que va destrabando situaciones y entonces ellas confían en nosotros», concluye Clara.