Como padre de una de las profesoras del albergue, Felipe sintió que debía dar ejemplo a todos los que estaban allí y se abrió a la convivencia fraterna, que poco a poco inundó su corazón de gratitud. Hoy es uno de los aidamos (caciques) de Abrigo Janokoida, en Pacaraima.
Después de un año y medio, como ser humano y padre, visiblemente emocionado, agradece a Dios por lo que recibió de conocimiento, amor y cariño, y dice: “Queremos que nuestros hijos tengan un futuro, algún día, que sean personas preparadas, y eso lo tenemos que agradecer a la gente de la Fraternidad ”.
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