En enero y parte de febrero, los monjes y misioneros de  la Fraternidade- Federación HumanitariaInternacional (FFHI) realizaron un taller de cocina pedagógica en el refugio Pintolândia, en Boa Vista, Roraima. La idea surgió como una iniciativa para ayudar a los niños y jóvenes a desarrollar una mirada más interesada y cuidadosa hacia el huerto que se cultiva en el refugio.

 

La propuesta inicial era hacer jugo verde y recetas a base de plantas, pero, primero, era necesario atraer al grupo con ingredientes más familiares para su paladar y, poco a poco, introducir verduras. Por esta razón, durante los talleres, se prepararon galletitas de guayaba y té de pasto limón.

Cada grupo se organizó de acuerdo con la edad y el grado de interés de los niños. Los talleres comenzaron con la reunión del grupo en la cocina, en círculo; después de la bienvenida, se entonaron canciones y cánones para crear un ambiente más alegre e interactivo. Los niños recibieron orientación sobre el lavado de manos adecuado y sobre la importancia de usar gorro en la cabeza, principios básicos de higiene al manipular alimentos.

Mientras un voluntario del equipo anotaba la receta, cada participante colocaba cuidadosamente los ingredientes en el recipiente y uno de ellos mezclaba la masa con las manos y la amasaba hasta el punto ideal.

Durante el tiempo de descanso de la masa, todos fueron a la huerta del refugio. Allí, reunidos en círculo, debajo de plátanos, cantaron una canción rítmica sobre la Naturaleza. Los niños conocieron las plantas medicinales y aromáticas presentes en el espacio; sintieron su textura, su aroma y aprendieron sobre sus beneficios. Seleccionaron el té que acompañaría a las galletitas y cosecharon sus hojas.

De vuelta a la cocina, después de las instrucciones sobre cómo preparar el té correctamente, las galletitas fueron moldeadas por todos y terminadas con un trozo de dulce de guayaba encima. Después de que todo estuvo listo, los niños, que ya no podían ocultar sus expectativas, finalmente, fueron invitados a probar la preparación.

Llenos de alegría y satisfacción, intercambiaron experiencias sobre recetas que conocían y apreciaban, sobre galletitas venezolanas y repasaron la receta hecha en el taller, recordándola, completamente, en los idiomas portugués y español. Antes de finalizar la actividad, se dividió el equipo para limpiar y ordenar  la cocina.

En el sentir de la misionera Viviane Leal, “la experiencia fue muy enriquecedora tanto para los educadores como para los niños que participaron de ella. Sabemos que la cocina es naturalmente un espacio para socializar e intercambiar y que despierta los sentidos, los sentimientos y recuerdos felices. La participación y dedicación de todos, y los momentos de silencio y paz que fluyeron, durante todo el proceso, fue notable.

Si existía algún objetivo material por alcanzar, diría que se logró pero, por sobre todo, es necesario reconocer lo que no es visible a los ojos y que genera efectos más profundos y permanentes. Estos también se construyeron en esta vivencia simple que puede continuar y mejorarse.

Estamos agradecidos por la presencia y participación del Monasterio y de las misioneras Kátia y Lucía que ayudaron en este trabajo y también de todos los que dieron su apoyo en esta tarea. Sabemos que cuando sumamos esfuerzos podemos llegar más lejos”.