Una de las áreas de servicio de la Misión Roraima Humanitaria, emprendimiento de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional, es la atención de la salud de los refugiados venezolanos -indígenas y no indígenas- que se encuentran en los albergues transitorios que el gobierno del Brasil habilitó en el estado de Roraima, a partir de marzo de este año.

En estos momentos, la Fraternidade impulsa esta tarea por medio de cuatro jóvenes paramédicos de Boa Vista, quienes con perseverante decisión auxilian la labor de médicos y enfermeros de las Fuerzas Armadas y de Secretaría Especial de Salud Indígena (SESAI) del Ministerio de Salud del Brasil.

Los colaboradores -dos enfermeros, una técnica en enfermería y una gestora en salud indígena- acuden diariamente, de lunes a sábado, de 8.00 a 18.00, a los tres locales donde la Fraternidade actúa dentro de la capital de Roraima: Tancredo Neves, Nueva Canaán y Pintolandia.

El día a día de los mismos incluye el registro de pacientes, la elaboración de fichas clínicas, acompañamiento de los tratamientos y medicaciones, apoyo a embarazadas y niños con necesidades especiales, asistencia a los enfermos y parturientas que son derivados a los hospitales públicos.

Consuelo y aliento

Movidos por su gran sensibilidad, no se conforman con la ayuda profesional que prestan y van más allá, buscando contactar al ser humano que está por detrás de cada paciente. Y lo que descubren los conmueve: se trata de un grado de sufrimiento que no conocían, que se gesta y crece en el interior de cada expatriado, independiente de su raza y condición social, por la pérdida repentina de todos sus referentes (familia, hábitat, fuentes de subsistencia, entretenimientos, cultura, país). Desconcertados e impotentes, buscan consolar con una sonrisa, un abrazo, una palabra de aliento.

“Cada vez que realizo una atención de enfermería, procuro también conversar, escuchar y dejar una palabra de ayuda, aliviar un poco del enorme sufrimiento por el que pasan”, relata Bruno Rodríguez, enfermero voluntario en el refugio indígena Pintolandia. En ese lugar esperan días mejores más de 600 nativos Warao y E´ñepá.

Faltan psicólogos

A pesar de sus buenas intenciones, los cuatro colaboradores saben que la asistencia que pueden ofrecer en el plano emocional es mínima y que urge el respaldo de más profesionales. Ese sentimiento grupal es verbalizado por Bruno, quien lanza el siguiente llamamiento: “Necesitamos la ayuda de profesionales que puedan atender con una visión más integral, contemplando no solo los síntomas físicos sino también la situación emocional y psicológica de los pacientes. También se hace muy necesario el apoyo de profesionales en psicología”.

Desde el inicio de la Misión Roraima Humanitaria, en el año 2016, algunos médicos y terapeutas de la Red-Luz han prestado su colaboración profesional en Boa Vista y Pacaraima. Con todo, el incesante crecimiento de la migración torna imperioso que ese apoyo se intensifique.

Ampliación de consciencia

Mientras tanto, además de servir, los colaboradores van extrayendo lecciones de vida con cada experiencia. “Muchas veces nos sentimos insatisfechos con lo que tenemos, pero este servicio humanitario me está llevando a ser más agradecida y a valorar todo: la posibilidad de tener casa, comida, la familia reunida…”, confiesa Samanta Sing, técnica en enfermería y colaboradora en el albergue para familias no indígenas Nueva Canaán.

“En lo personal, me lleva a reflexionar sobre mi postura como profesional y como ser humano; para mí representa una gran oportunidad de crecimiento”, admite Bruno.

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