La música es un instrumento de comunicación con los niveles más internos de la existencia. Batuque, armonías, escalas y los más diversos ritmos integran el gusto de todos, independientemente de la edad, etnia, género o condición social y contexto de vida.
Los sufíes, hace milenios, buscaron lo que llamaron “la pureza de la vida” con el uso de instrumentos musicales. No eran os únicos: todas las religiones del mundo utilizan la música como método y, más recientemente, la ciencia también ha empezado a utilizarla.
La práctica musical, más que un entretenimiento, puede simbolizar la cura y un apoyo especial para los refugiados de los albergues administrados por la Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional (FFHI), en asociación con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados(ACNUR).
Patrícia Balloni, misionera de la Fraternidad Fraternidad- Humanitaria(FFHI) y coordinadora del sector Arte-educación, explica que la inclusión de la música en las actividades se inició de forma espontánea. El sector opera en tres ejes principales: expresiones artísticas, que incluyen a música; el huerto educativo, donde trabajamos junto al Reino Vegetal; y el sector de deportes.
“Hay un indígena Warao del albergue Pintolândia, por ejemplo, que le gusta mucho la música, aprendió a tocar la guitarra solo, ya ha compuesto algunas canciones. Toca y canta maravillosamente. Entonces estamos haciendo esta unión con lo que vemos que está pasando» ejemplifica Patrícia. Los misioneros con habilidades musicales comenzaron a realizar este contacto más profundo.
En los refugios Janokoida y Pintolândia, donde se encuentran los indígenas de las etnias Warao y E’ñepa, la música venía en el equipaje. “Tienen sus canciones tradicionales, en sus idiomas”, comenta la coordinadora.
La música trasciende las fronteras geográficas, culturales y lingüísticas. Muchos de los niños indígenas refugiados no hablan portugués ni español, lo que limita la comunicación hablada con los misioneros, pero no la producida por los efectos de los sonidos. “Vemos y sabemos que tiene un gran impacto, es una conexión”, dice la misionera.
En el refugio Tancredo Neves, un señor disfruta haciendo parodias musicales. “Te ve y se pone a cantar, es muy interesante”, dice Patrícia.
Evidencias científicas comprueban la efectividad de las técnicas musicales para suplir necesidades físicas, emocionales, mentales y sociales. Contribuyen a mejorar la relación, la movilización, la relajación, la expresión, la organización y el aprendizaje.
La situación de vulnerabilidad a la que están sometidos los refugiados venezolanos requiere de un largo y paciente trabajo de rehabilitación para que se alivien el trauma y el dolor.
«La música ordena y sintetiza. Muchas cosas que no se pueden resolver intelectualmente,con la mente, se resuelven escuchando música de verdad. Se pueden evitar muchos males», afirmó José Trigueirinho Netto, filósofo y uno de los fundadores de la Fraternidad – Humanitaria (FFHI).