Missão Líbano Angola

Misión Humanitaria es donar apoyo y bienestar para el que lo necesita. Puede ser para la población desvalida que vive al margen de la sociedad, ya sea en pequeñas ciudades o en grandes centros urbanos. O para víctimas de conflictos civiles, como las guerras que asolan al mundo incluso en grandes proporciones, y de catástrofes, como las de Mariana y Brumadinho, en Minas Gerais.

Es donar lo que pueda para devolver a la humanidad la dignidad para quien sufre: alimento, juguetes y entretenimientos con los niños, abrigos, frazadas, ropa, enseñanzas sobre cómo plantar y cómo cosechar para ser autosuficiente en la alimentación, servicios de limpieza y de desmalezamiento. Todo es válido y la lista no tiene fin. Puede ser solo un abrazo.

Es donar lo que sea necesario pero siempre con afecto, ingrediente que nunca puede faltar. Y donar para cualquier persona necesitada, sin distinción de raza, etnia, género o religión. Este es el trabajo de la Fraternidade – Misiones Humanitarias Internacionales (FMHI).

Al no elegir dónde o a quién, la Fraternidade se ha capacitado cada vez más para percibir situaciones de riesgo —fue la primera entidad en llegar a Roraima, llevando ayuda a los refugiados venezolanos— y para atenuar sufrimiento en muchos países.

Bienestar para refugiados sirios

Por eso, en el Líbano sigue a todo vapor desde el 26 de mayo, cuando la 22.ª Misión Humanitaria se inició. Ubicado en Medio Oriente, el país ya enfrentó distintas guerras civiles, pero en los últimos años uno de los grandes problemas es la intensa crisis de migración, como consecuencia de conflictos internos de diferentes naciones de la región, especialmente Siria.

La guerra que asola a Siria desde 2011 ya expulsó del país más de 5,6 millones de personas, de los cuales un 70% se encuentran hoy en situación de extrema vulnerabilidad social, especialmente en los países de alrededor, Más de un millón están en el Líbano, esparcidos en diferentes ciudades cercanas a la frontera con Siria y también la capital Beirut.

Seres humanos que están albergados en grandes ampos de refugiados, viviendo en carpas y asentamientos, la mayoría en situación de mucha pobreza y que enfrentan a las milicias que acostumbran a actuar en escenarios de caos. Sin embargo, muchos refugiados sirios, gran parte niños huérfanos y ancianos, están en instituciones de caridad, que los mantienen con donaciones y trabajo voluntario, como el de la Fraternidade.

El equipo de esta Misión de la Fraternidade está en el Líbano para apoyar dos entidades, ubicadas en Beirut y en el Valle de Beqaa, está última muy cerca de la frontera con Siria. Rosi Freitas, coordinadora de la Misión, explica que la entidad que actúa en la capital libanesa atiende cerca de 70 personas, entre ancianos y niños huérfanos, muchas con Síndrome de Down.

“Enseguida que llegamos, la institución necesitaba, principalmente, de apoyo en la limpieza del lugar, además cuidar a ancianos y niños. Como ya sabíamos en nuestros contactos desde Brasil con entidades, era posible desarrollar actividades de juego y talleres de artesanía con los niños. Y estos están siendo momentos increíbles. Ellos necesitan de mucho amor”, se emociona.

Afecto vence barreras

El equipo de la Fraternidade dividió el tiempo de trabajo, igualmente, entre las dos instituciones. En el Valle de Beqaa, el apoyo es a Molham Volunteering team, fundada en 2012 por un grupo de estudiantes, en ese momento, sirios, liderados por Molham Traifi, que coordina la entidad. Ellos también son refugiados y sintieron en la piel el horror de la guerra civil.

Molhan cobija a 26 niños y niñas que antes vivían en la calle y no quiere ser reconocido como un orfelinato más. ”Ellos intentan rescatar los valores familiares, hacen de todo para que los niños se sientan dentro de un núcleo familiar, tengan una vida familiar, con cuarto para niños y para niñas, huerta, jardín y animales domésticos, que aún no tienen pero piensan en adoptar. Construyeron un hogar acogedor”, dice Rosi.

Además de los juegos y los talleres con los niños, en Molham el equipo de la Fraternidade también colocó las manos en la masa con la limpieza del hogar, ayudando a lavar la ropa de los niños, baños y pisos; siempre dispuesto a ayudar en lo necesario para garantizar el bienestar de los pequeños.

El contacto fraterno con todos los refugiados supera la barrera de la lengua afirma Rosi. “La mayoría solo habla árabe, pero todos estamos entendiendo con el lenguaje del corazón y con respeto a la cultura y modo de vivir de cada uno”.

La Fraternidade permanecerá en el Líbano hasta el 11 de junio, cuando el equipo embarcará para cumplir la segunda parte de la Misión en Angola en África.