A partir de la iniciativa de Yara Araújo Silva, uno de los 21 miembros de la Red-Luz Salto, ciudad del interior de São Paulo, Brasil, los perros abandonados son acogidos en un espacio adaptado en su propia casa. El trabajo se desarrolla desde 1999, cuando comenzó con las adaptaciones en el patio de su casa que hoy se convirtió en el hogar definitivo de 15 perros.

Grupo Red-Luz

Coordinado por Dirce Junko, el grupo está formado por 21 personas que se encuentran semanalmente para orar y seguir la pauta de los trabajos de la Red-Luz. Tres veces por semana los colaboradores se turnan para apoyar en las actividades de la rutina del canil. Los que pueden apoyan, presencialmente, las actividades diarias de limpieza y cuidados de los animales como acogida e higiene. El ritmo de trabajo es intenso, requiere disciplina y mucho esfuerzo para seguir los horarios de alimentación e higiene y cuidados especiales como la administración de sustancias para eliminar parásitos intestinales (desparasitar), de suplementos vitamínicos y antiparasitarios). Otros colaboradores apoyan con recursos financieros, alimentos y remedios. El equipo cuenta además con la ayuda de un voluntario que es entrenador de animales y que da orientaciones cuando es necesario introducir nuevos integrantes a los dos grupos de perros formados allí.

Según los colaboradores de este trabajo, los perros interactúan bien con ellos y son muy amorosos y obedientes. Algunos conversan emitiendo sonidos, como si estuvieran hablando.

Yara admite que, al entrar en su casa los perros ya son considerados como miembros de la familia, reciben un nombre y comienzan a recibir los cuidados necesarios. «Con los cuidados y el amor recibido, rápidamente, se transforman en luz, pura luz en nuestro ambiente, contribuyendo con su energía, su alegría y mostrando qué lindos e inteligentes son. Amamos y limamos las aristas al mismo tiempo y, de repente, una nueva flor nace en nuestro jardín».

Pequeño hotel

Los perros permanecen en la galería de la casa de la tutora que fue adaptada para eso. Diferente de la mayoría de las instalaciones de los caniles, el lugar construido parece un pequeño hotel, con un sector de sol y recreación. También están invitados a acompañar las actividades que la familia realiza en la huerta y el lumbricario.

Víctimas del abandono y del hambre, el grupo percibe que la mayoría, cuando llega, aunque esté recibiendo cuidados, le gusta la presencia de un tutor.

«Para ellos ¡somos lo que Jesús es para nosotros! Nos necesitan mucho, por eso tratamos de estar siempre visibles, si no podemos tocarlos los llamamos por su nombre… Una vez encontré una perrita con los dos ojos blancos, empecé a cuidarla, en esa época no tenía dinero, hice lo que pude. Después soñé que una persona de blanco estaba cuidando los ojos de ella. Un día de mañana percibí que sus ojos no estaban más blancos y ella volvió a ver.

Cuando se le preguntó qué siente su corazón al poder hacer algo por ese Reino tan explotado por el hombre, Yara responde:

«Me siento muy, pero muy feliz ¡con todos ellos! Aunque a pesar de la felicidad, casi todos los días mi corazón llora. Es muy difícil, muy difícil saber, ver y sentir que todo el Reino sufre un dolor punzante ocasionado por los humanos. Y lo peor es que está lejos de acabarse o tal vez nunca acabe… Cuando esté partiendo tengo la certeza de que llegaré a Dios sin ninguna vergüenza porque hago lo que puedo».

El mayor desafío de esta tarea es la falta de dinero para cubrir todas las necesidades, entre ellas los 100 kilos -gastos mensuales- de ración y los 100 kilos de comida casera que se preparan para complementar la alimentación.

Rescates

Víctimas del abandono y el hambre, algunos de los residentes llegan hasta aquí, aparecen en la puerta. Otros son rescatados. Una de las felices rescatadas fue una perrita muy enferma y preñada. Dio a luz 5 cachorros; cuatro machos y una hembra. La hembra es ciega y tiene un espacio asegurado en la cama de la colaboradora.

Lo que motiva al grupo para continuar con esa actividad es el amor que sienten por los animales, y la comprobación de que es imposible ser feliz sin hacer feliz a los animales.

«Para mí no existe diferencia entre humano y animal, afirma Yara. Todos deberían ser tratados de la misma forma con respeto y dignidad. Si pudiera haría mucho más, por el momento no puedo, pero puedo hacer de mi vida mi oración. Mi corazón vibra todos los días por mis hermanos del Reino animal. Soy y madre de todos los animales de la chacra. Creo que vine para aprender y ejercitar el amor entre las especies».

«Hay una lección de San Francisco de Asís que yo admiro mucho, finaliza. Todas las vidas de la creación son hijos del Padre y hermanos del hombre… Dios quiere que ayudemos a los animales que necesitan de ayuda. Toda creatura en desgracia tiene el mismo derecho de ser protegida».

Informaciones: 

redeluzsaopaulo@fraterinternacional.org