Desde diciembre de 2016, la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional ha estado trabajando con los refugiados indígenas venezolanos que llegaron a la ciudad de Boa Vista-RR, Brasil, en busca de una nueva posibilidad de vida. El Refugio Indígena Pintolândia, administrado por la Fraternidade, alberga aproximadamente a 600 de estos refugiados, la mayoría del grupo étnico Warao del delta del Orinoco, ubicado en la parte noroeste de Venezuela.

Con el paso del tiempo y la convivencia diaria, en esta situación de refugio, se construyó un hermoso vínculo de confianza y aprendizaje mutuo entre los nativos y los misioneros de la Fraternidade.

La presencia de la Fraternidade y sus misioneros, con su trabajo voluntario, con su atención a las necesidades de los refugiados y el establecimiento de un orden, sirvieron de ejemplo e iniciativa para que los propios indígenas se preocuparan y cuidaran la relación dentro del refugio.

Dentro del refugio, los nativos forman una organización social tradicional, que se divide en nueve grupos, liderados por aidamos (caciques), que buscan promover una relación armoniosa entre sus miembros. Asumen responsabilidades como acompañar trámites legales, distribuir alimentos, ropa, productos de higiene y otras tareas, así como ayudar a los niños indígenas a crecer y desarrollarse en la educación y en el respeto mutuo, en este nuevo contexto de la vida.

El indígena Eulígio Báez Tejerina, uno de los aidamos  del albergue Pintolândia, ha sido considerado un ejemplo de integridad y esfuerzo. Además de liderar un grupo indígena con toda atención y respeto, cuida de la participación de sus hijos en el Sistema Regular de Educación de Boa Vista. Este padre hace cuatro viajes, en bicicleta, para llevar y traer a sus hijos de la escuela y además los ayuda en sus tareas escolares, en portugués, un idioma aún poco conocido por todos los nativos.

Eulígio inspiró a todos los miembros del refugio al ser homenajeado por la Red Municipal de Enseñanza como » Padre nota 10″, demostrando así que cada esfuerzo diario, manteniendo sus tradiciones y también adaptándose a lo nuevo, vale la pena y fortalece la esperanza de una nueva vida, de un nuevo comienzo.