«Solamente por el suelo recuperado se combate la miseria. Y solamente por la miseria vencida se controla el medio ambiente y se salva nuestro planeta» (Ana Primavesi).

‘Suelo sano, planeta sano, ser humano sano’ es un viejo dicho, pero una verdad que transciende tiempos y culturas. En el planeta Tierra, todo está conectado y es interdependiente.

En el Día del Suelo, conmemorado hoy 15 de abril, recordamos la importancia de observar los ciclos de la naturaleza y el papel del suelo para el mantenimiento de la vida terrestre, sobre todo en los días actuales, en que la agricultura y la ganadería convencional amenazan el equilibrio de estos ciclos.

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Trabajo grupal intensivo en la Comunidad-Luz Figueira, Minas Gerais

«Destruimos los suelos con el arado profundo, que libera enormes cantidades de gas carbónico por la descomposición explosiva de materia orgánica y el tránsito de máquinas pesadas. También lo destruimos a través de incendios  que matan su materia orgánica. Lo destruimos con agregándole nutrientes que desequilibran todos los otros, con el monocultivo y herbicidas», explicó Ana Primavesi (in memorian), agrónoma especialista en suelo y una de las pioneras del movimiento agroecológico de Brasil.

Hay una enorme cantidad de especies en los suelos. En climas cálidos y húmedos, se puede llegar hasta 24.000 kilos de organismos vivos por hectárea. Son seres que ayudan en la fragmentación inicial de la materia orgánica y mineral para después realizar la descomposición. La utilización de agrotóxicos y fertilizantes químicos matan estos seres, disminuyendo la calidad y la fertilidad del suelo.

La compactación del suelo, resultante del proceso de degradación, afecta los niveles de agua subterránea, pudiendo provocar inundaciones y/o sequías. El desequilibrio se extiende a todos los niveles de los ecosistemas. En los suelos decadentes, las plantas se enferman debido a la baja cantidad de nutrientes, generando en los seres humanos mala nutrición y enfermedades. Todo es un ciclo.

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Agricultura regenerativa trabaja a favor de la naturaleza

En sus estudios, Ana Primavesi solía afirmar que «hay dos alternativas: o tratamos nuestros suelos con amor y cariño, recuperándolos y produciendo alimentos sanos, o intentamos explotarlos aún más y pereceremos debido a la desertificación, a la falta de agua y a los agrotóxicos en alimentos, aire y agua».

Cuidados del suelo

En la Comunidad-Luz de la Hermandad, en Argentina, la regeneración del  suelo es uno de sus principios y es una práctica que se concreta a través del Sistema Agroflorestal (SAF) que está bajo la orientación del permacultor Bento Cruz. Después de poner en práctica los aprendizajes del primer módulo de una capacitación sobre SAF, que se enfocó en los hortifrutigranjeros, actualmente el grupo está creando otra área agroflorestal, enfocada en cultivos extensivos.

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Cuidando para mantener la vida y la riqueza del suelo

El trabajo grupal en unión con los Reinos de la Naturaleza presenta resultados significativos y refleja la misión y los valores de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional (FFHI). «La unión creada en estos momentos es un gran aprendizaje. todos trabajan con el mismo propósito», afirma el monje de la Orden Gracia Misericordia, Fray Bernabé.

«Nutrimos el suelo con abono verde, poda de árboles y rotación de cultivos. Ahora nos falta el desafío de que este suelo no se torne pobre y sea cada vez más rico, vivo, mullido y permeable», explica el monje.

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Trabajo con el suelo en la Comunidad-Luz Flor de Lys, Portugal

«Cuando optamos por sistemas agroflorestales y agricultura regenerativa estamos trabajando a favor de la naturaleza y con ella, es lo contrario de lo que se hace en el modelo «tradicional» de agricultura, que termina destruyendo el suelo y toda la vida que hay en él. No exigimos más de lo que la tierra puede dar y a cambio damos alimento a ella y a los seres que viven de ella, los nutrimos y cuidamos. Es un ciclo que pretende alcanzar un sistema de abundancia, como los sistemas naturales que conocemos. No es necesario fertilizar ni regar una floresta», concluyó Fray Bernabé.