El principal objetivo del método de Pedagogía de Emergencia, que utiliza una serie de recursos, como la expresión artística y corporal, para que los niños y jóvenes se recuperen de una crisis es activar y fortalecer estrategias para mitigar y curar los efectos causados ​​por eventos traumáticos.

Para que los efectos de un evento traumático no se vuelvan crónicos o, en ocasiones, tengan consecuencias desastrosas para sus víctimas, es importante que los procedimientos de cura se adopten lo antes posible. Las víctimas de catástrofes, violencia y situaciones de vulnerabilidad debido a  etnia, religión y género necesitan apoyo emocional, mental y espiritual.

La migración forzada provocada por la crisis política y económica de Venezuela ha provocado que miles de personas abandonen sus hogares en busca de condiciones de vida dignas.

Los desafíos del desplazamiento exceden la distancia geográfica. Padres y madres, preocupados por el futuro de sus hijos, deben explicar a los jóvenes y a los niños pequeños las razones por las que atraviesan una situación tan difícil. Al llegar a su destino, tienen que afrontar las incertidumbres de un territorio desconocido, otro idioma, otra cultura.

«Impulsamos actividades basadas en Educación Artística en Emergencia y, dentro de ella, la Pedagogía de la Emergencia nos ofrece un método con una base filosófica y científica que nos va a dar apoyo», dice el misionero Anderson, del equipo de Arte-Educación en Emergencia.

Expresión, rituales y ritmo

Las actividades artísticas, como el dibujo, son formas utilizadas para que los niños puedan canalizar sentimientos, emociones, miedos y esperanzas. La expresión de las vivencias es fundamental para evitar episodios o trastornos depresivos y de ansiedad en las víctimas.

Otro método aplicado por la Pedagogía de Emergencia es la introducción a la ritualización, pues los niños traumatizados sufren trastornos rítmicos, es decir, la digestión, el sueño, la alimentación y la memoria pueden ver alterados la regularidad.

De acuerdo con los principios metodológicos de la Pedagogía de Emergencia, «después de un trauma, la vida del niño pierde su normalidad. En medio del caos interno causado por el trauma, los rituales crean orden, orientación y seguridad en la vida diaria del niño. De esta manera, apoyan el proceso de cura”.

Trabajar con ritmo – del calendario o ritmos musicales, juegos y percusión – ayuda al niño a estabilizarse, y también a divertirse  durante el proceso.

La Fraternidad – Federación Humanitaria Internacional(FFHI) también insta a los niños a expresar sus esencias, sus emociones, biografías y afectos, que también forman la estructura rítmica diaria. La espiritualidad es un factor de protección y resiliencia que ampara contra los traumas

“Cuando los niños, niñas y adolescentes sienten que tienen un espacio seguro para expresar lo que portan y se sienten responsables de ese espacio, de esos momentos, entonces se moviliza en ellos una gran fuerza de voluntad. Eso los ayuda a recuperarse de los traumas vividos, los fortalece y organiza internamente, de modo que retorna el sentimiento de normalidad y, en consecuencia, las posibilidades de aprendizaje y de crecimiento”, explica Anderson.

Movimiento, nutrición y concentración

Nuestro cuerpo responde a las emociones. Cuando estamos traumatizados, las reacciones de nuestro cuerpo implican el tensarse y cerrarse. No necesitamos tener traumas para saber esto: cuando estamos tristes, nos movemos menos, agachamos más la cabeza.

Para los niños, la Pedagogía de Emergencia fomenta el juego y las actividades deportivas que estimulan el movimiento y exploran las potencialidades del cuerpo. «Esto ayuda a las personas a experimentar nuevamente la centralización en el cuerpo físico, activan la circulación, estimular la respiración equilibrada», explica el método. Además, logran que se profundice el sentimiento de unión entre los que participan en la actividad.

La educación ambiental también es muy importante en contextos de migración y refugio, ya que brinda a los niños y jóvenes el contacto con la naturaleza, la reconexión con la sabiduría ancestral de la tierra, y es fundamental para la formación de personas responsables y conscientes de su rol en cuidado y preservación del planeta.

La memoria y la concentración son las habilidades cognitivas más afectadas por el trauma. Por tanto, una forma de fomentar estas habilidades es ofrecer juegos como rompecabezas, juegos de memoria, mandalas para pintar y otras artes.

“El juego es la principal forma de expresión de los niños. Por eso jugar es un derecho garantizado. Podemos utilizar los juegos para desarrollar otras habilidades, como la memoria, la concentración, el lenguaje y la coordinación motora, que son la base para el desarrollo del aprendizaje intelectual. Mientras juegan, los niños también experimentan un contacto curativo con su propia verdad”, concluye Anderson.

* Nota: algunas fotos que ilustran esta historia fueron tomadas en el período anterior a la pandemia