De forma lúdica, a través de la carpintería y de la agroecología, niños y jóvenes indígenas adquieren novas habilidades

Mientras esperan que se reanude el proyecto de agroecología pedagógica, los jóvenes indígenas del refugio Pintolândia, en Roraima, refuerzan sus actividades en actividades de carpintería básicas. Ayudaron en la construcción de un portón para proteger la huerta y, actualmente, están contribuyendo en la construcción de soportes para los galones de agua utilizados para la desinfección de ambientes, una necesidad que surgió de la demanda de cuidado por el coronavirus.

Fray Antonio Jazmín, monje y misionero de la Fraternidade – Federación Humanitaria Internacional (FFHI), responsable de las actividades, explica que en todo el proceso de construcción se están incorporando diversas habilidades, como aprender a contar, medir centímetros y metros, sumar y restar. Los niños experimentan nociones sobre pensamiento abstracto, consciencia espacial, simetría, volúmenes (alto, ancho, vertical, horizontal, diagonal, perpendicular, etc.). También exploran y ejercitan habilidades motoras finas, entre otras habilidades.

Projeto de agroecologia pedagógica em Roraima

“Durante la actividad, los jóvenes incorporan hábitos positivos, como orden, limpieza, concentración, precaución, responsabilidad, relaciones respetuosas con los demás y consigo mismos”, subraya el monje.

Mientras los jóvenes hacen carpintería, los niños pequeños prestan atención, cuidadosamente, a cada detalle, van incorporando las ricas experiencias a través de la observación.

Fray Antonio Jazmín señala que actividades simples como estas son importantes, pues tienen su verdadero valor en la trascendencia. “No enfocamos nuestras acciones solo en el resultado final, que es la construcción en sí, sino en toda la experiencia ocurrida durante el proceso. Nos dedicamos para que cada participante se sienta estimulado, valorado, capaz, sin críticas”.

Agroecología Pedagógica

El espacio de agroecología pedagógica se creó para que los niños pudieran vivenciar momentos de contacto con la naturaleza, y aprendieran a cultivar alimentos, conociendo el valor de las semillas puras, sin manipulación genética.

“Trabajar con agroecología es una forma de reconectarse con la sabiduría de la tierra. Ayuda mucho a descomprimir la presión psicológica de quienes atraviesan el desafío de la migración y de la situación de refugio”, define el monje.

El proyecto inicial preveía actividades con niños y adolescentes de 3 a 14 años y luego involucró a jóvenes y adultos. Pero con la embestida de la pandemia y los nuevos cuidados necesarios, el proyecto tuvo que suspenderse hasta que se restablezca la situación planetaria

“Vivenciamos hermosos momentos con los niños el día en que compartimos alimentos cosechados directamente de las plantas, como la papaya y las bananas. Fue gratificante ver la alegría de los niños comiendo un alimento que ayudaron a plantar, jugando con la tierra”, expresó el fray Antonio.

Mientras continúa el estado de emergencia causado por la pandemia, fray Antonio Jazmin continúa buscando apoyo a través de proyectos y asociaciones para que, tan pronto como todo se resuelva, las actividades de agroecología se reanuden con fuerza y ​​seriedad.