Estamos viviendo un momento planetario en donde el consumo sin medida, la contaminación y la falta de alimento más orgánico nos hace replantear nuestra forma de vivir, de interactuar con la naturaleza y colaborar para un mayor equilibrio en el planeta.

El cambio siempre comienza en nosotros, en las pequeñas cosas, en las decisiones que tomamos, en las tareas que realizamos en el día a día.

Dentro de este impulso, en la Comunidad-Luzde la Hermandad (Córdoba – Argentina) se tomó una iniciativa que aporta un pequeño grano de arena en la autosustentabilidad y el uso de la energía renovable: la construcción de un horno chileno a leña.

Horno chileno

Sobre el horno

También conocido como horno ecológico, de tambor, económico o de alto rendimiento, este tipo de horno consta de un tacho o recipiente de hierro fundido en donde se cocina el alimento, sostenido por una estructura de ladrillo y barro.

La gran ventaja es que esta construido de una forma especial para cocinar con pocos recursos pero con gran eficiencia.

Este tipo de construcción se incluye dentro de la bioconstrucción pues se utilizan en su mayor parte elementos naturales para su elaboración.

Se alimenta a base de leña, en poca cantidad, ya que consigue sustentar el calor por bastante tiempo gracias al diseño. Esa leña se recoge del propio monte, leña seca, podas, cajones de frutas, permitiendo la autosustentabilidad.

La construcción

En el caso de la Comunidad-Luz, el tacho o recipiente fue donado al igual que la mano de obra para su construcción.

Fray Jeremías, monje de la Orden GraciaMisericordia, acompaño todo el proceso del armado del horno y nos cuenta:

“Para la construcción tuvimos la ayuda de un vecino de la Comunidad, a quien no conocíamos hasta hace poco. Casualmente ya había visitado la Comunidad-Luz Figueira y es bioconstructor de profesión. Encontrarlo fue una gracia de Dios, pues nos trajo toda la experiencia y la devoción que necesitábamos para concretar esta obra”.

Y continúa: “La elaboración del horno es muy especial. Al lidiar con arcilla, arena y guano (estiércol de caballo) y colocar las manos en el asunto, es como entrar en contacto puro y directo con la Madre Tierra”.

Además de estos elementos nombrados de “liga”, se utilizaron ladrillos y elementos de herrería como el propio tacho, la parrilla sobre donde la leña se quema y la puerta del quemador.

Manos a la obra

Así como una casa, el horno necesita cimientos y paredes. Mientras que se levantan las paredes, que constituyen el cuerpo de la estructura, se crean los «vacíos internos» donde el servicio se llevará adelante: el cenicero, el quemador y, finalmente, la estructura donde el horno (tacho) será apoyado para poder recibir el calor e irradiarlo.

Fray Jeremías nos cuenta: “La construcción es muy rápida, con todos los elementos listos y disponibles. Podemos decir que el tiempo de construcción es de 7 días, si el tiempo seco acompaña. Se debe permitir así dejar secar la estructura de barro para sustentar el peso del horno”.

La utilización del horno

El horno tiene un quemador donde la leña entra en combustión liberando la energía, en forma de calor, que tiene concentrada y guardada, y este mismo calor no entra en contacto directo con los alimentos. El fuego asciende y el calor generado va envolviendo el recipiente de fundición, calentando gradualmente y permitiendo que también el descenso de la temperatura sea gradual, pues se mantiene y sustenta por bastante tiempo, dando la ventaja de cocinar con la temperatura alcanzada, sin necesidad de quemar más leña o generar más calor.

“En este momento, el horno está resultando muy eficiente con referencia a la necesidad de la Comunidad. No solo se puede cocinar panificados, también verduras, tortas, pizzas, y hasta se pueden secar semillas y hierbas, pues tiene un termostato, y así podemos regular la temperatura que queremos para cada necesidad especifica. Estamos cocinando 30 panes aproximadamente por semana”. comenta fray Jeremías.

Horno chileno

Otras alternativas con bioconstrucción

“Nos gustaría seguir manifestando obras relacionadas a la bioconstrucción. En nuestros planes está llevar adelante la construcción de ladrillos de adobe que ayuden en las obras que tenemos planeadas desarrollar: un quemador de papeles, una cocina «rusa» (cocina económica hecha de barro) y una casa de semillas, que sería nuestro banco de semillas puras y estaría planteado en nuestra área de plantaciones”, concluye fray Jeremías.

Con este ejemplo de simplicidad, dejamos al lector con el impulso de realizar pequeñas acciones que colaboren en la renovación de nuestra forma de vivir y de conectarnos con las situaciones cotidianas, dando pequeños pasos hacia el cambio y el equilibrio que aspiramos a vivir en esta humanidad.