La compasión nace del corazón

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Compasión por lo que presenciamos en el planeta

Tener compasión, sin aflicción o lamento, por lo que presenciamos en el planeta, es un arte. La compasión viene de un plano elevado del ser y está formada por la energía del amor y de la sabiduría. De hecho, la compasión tiene origen en el amor y la sabiduría, tanto como de las energías de la voluntad y el poder. Y esas energías nada tienen que ver con lamentos, sino que hablan de un perfecto equilibrio. No deberíamos ser víctimas por nada de lo que ocurre, y deberíamos encarar todo como una oportunidad de liberarnos de algo que nos perjudica, o, sobre todo, de nosotros mismos.

Verdadera compasión: la que construye internamente

Es muy importante tener esto presente para que, delante de las situaciones de la Tierra, tengamos una verdadera compasión: la que construye internamente. Esto es válido también en situaciones en que nos topamos con el sufrimiento de alguien.

Si no pasamos

Si no pasamos por el sufrimiento humano, por el sufrimiento terreno, no podremos comprender en profundidad el sufrimiento de un semejante o del mundo. Si no experimentamos el esfuerzo del trabajo, sea interno, mental o físico, no podremos guiar a nadie a liberarse por medio del dolor.

Solo podemos aprender la compasión en la escuela de la vida. Solo comprendemos lo que sucede con los demás cuando ya pasamos por lo que están atravesando. En realidad, estamos en la vida para tornarnos seres compasivos. Y el camino para eso es el del trabajo, del sufrimiento y del esfuerzo, tanto como el de la observación de lo que ocurre cuando alguien lo transita.

Seres de compasión

La compasión por todo lo que acontece, sin afligirse, es un estado a ser alcanzado en este planeta. Los bodhisatvas – seres de compasión, como Buda y Cristo – siempre buscaron implantarla aquí.

En el plano terrestre falta tanta compasión que los seres humanos llegan a alimentarse de carne de animales. Existe la pena, el dolor, pero raramente se ve la compasión.

No podemos percibir el despertar del espíritu en nosotros y reconocer patrones vibratorios más elevados si no tenemos, por lo menos, un principio de compasión. Sin la compasión, ningún ser humano puede actuar como un prolongamiento de energías espirituales y divinas ni ser mensajero de ellas.

Necesitamos que la compasión esté muy viva en nosotros. Y ella se va ampliando y confirmando en la medida que buscamos el contacto con el alma, con el yo superior. Si echamos mano solo de nuestra capacidad mental, de nuestros sentimientos o de nuestras actividades, jamás podremos expresar compasión. Para manifestarla, todo individuo necesita estar impregnado e imbuido de la energía del alma, que es, en esencia, la compasión.

Es necesario que actúe el alma

Esa compasión verdadera, la del alma, es tan fuerte y profunda que por medio de ella llegamos a identificarnos con los semejantes y tornarnos capaces de cuidar, de manera efectiva, de su evolución. Es solo a nivel del alma que podemos alcanzar tal estado. Si partimos del cuerpo físico, del emocional o del mental, podremos experimentar tipos de unión superficiales e inestables, pero para identificarnos con los otros seres, nuestros hermanos, para ser lo que ellos son en sus esencias y permitir que ellos sean lo que somos, para lograr ese grado de unión que yergue e impulsa es necesario que actúe el alma.

La compasión es capaz de transformar en bien hasta lo negativo

Cuando la energía de la compasión está presente, usamos todo para el bien, no solo lo que es agradable, bueno y positivo. La compasión es capaz de transformar en bien hasta lo que es negativo.

Solo por la compasión podemos ser auténticos, solo con ella un sector de la Verdad puede manifestarse por nuestro intermedio. La compasión nace del corazón.