En el transcurso de la vida podemos percibir que para estar sanos es importante que cultivemos la serenidad. Pero, ¿cómo alcanzar esto? ¿Cómo no dejarnos afectar por lo que sucede a nuestro alrededor?

Primero, tenemos que tomar consciencia que la serenidad es un estado que viene de dentro de nosotros, de nuestro interior. De esta forma, nada que esté fuera de nosotros puede ser un impedimento para que manifestemos ese estado. Podemos desarrollarlo cuando adquirimos neutralidad delante de los acontecimientos y seguimos nuestro camino sin dispersiones, ni desorden. Quien conquista esta actitud, se convierte en una fortaleza que no se derrumba con las circunstancias.

La serenidad no depende de factores externos. Por eso, es inútil buscarla en personas, en situaciones o en ambientes. Y como ya dijimos, podrá encontrarse solamente dentro de nosotros. Por otro lado, el mundo es nuestro campo de trabajo para ejercitarla. La vida actual, tan sufrida para la mayoría, es una prueba para examinar el grado de serenidad que podemos alcanzar y, al mismo tiempo, un estímulo para fortalecerla.

Al adiestrarnos en la disciplina de una vida ritmada, dejamos de permanecer ansiosos con que las cosas comiencen o terminen de acuerdo con nuestras expectativas, casi siempre sin fundamento real. Así, podemos canalizar la atención, el pensamiento y el sentimiento hacia el momento presente, y no hacia un futuro que imaginamos. De este modo, la rutina diaria no nos incomodará más y, finalmente, podremos percibir que la vida jamás termina. Entonces, nuestra existencia se libera de los límites del tiempo.

Alcanzamos la serenidad con el alineamiento de nuestra consciencia humana, exterior, con los niveles espirituales, los niveles del alma. Esto puede conseguirse más fácilmente después de haber imprimido un ritmo armonioso en la vida diaria.

Sería importante que reserváramos un momento durante el día para estar en quietud. En ese momento, con el cerebro descansado, vemos lo que pasa por nuestra mente. Lo que hagamos a partir de ahí va a depender de nuestro temperamento y del tipo de pensamientos que surjan. Simplemente podemos verlos pasar o intentar transformarlos. Con el tiempo, los pensamientos se van calmando y entramos en otras fase: la de observar la respiración sin interferir, entre tanto, en su ritmo natural.

Este aquietamiento debe realizarse sin preocuparse por los resultados. Podemos practicarlo durante años al dedillo, aparentemente sin ningún resultado. Pero un día nos damos cuenta de que nuestra mente se volvió más calmada, más concentrada y por fin, nos encontramos serenos.

Artículo de referencia: Periódico O Tempo, del 1.º de noviembre de 2015
Nombre del artículo: ¿Cómo alcanzar la armonía y la serenidad en los días actuales?
Audio de  la Irdin: Conversas com Trigueirinho nº 800 – 23/800 (de 2’48» a 5’15»)
Audio completo: http://www.irdin.org.br/acervo/detalhes/12241